“No te comas las semillas con las que has de sembrar”

“Hablas del aire, y casi no das importancia a lo que respiras.”

Para la mayor parte de los seres vivos la importancia de respirar buen aire viene de muy antiguo. Era tan importante  que aparecieron términos como malaria (mal aire) para males que hoy en día el hombre padece como consecuencia de ese gran presente transparente.

“Pero el aire no se compra, simplemente se respira.”

Desde hace varios años ya, tras grandes acontecimientos que marcaron el siglo pasado, muchos han sido los intereses por clasificar a los individuos, comunidades e incluso países. Hoy hablaré de los más grandes.

En un pasado no muy lejano, se hablaba de países pobres y países ricos. Por ser más extremistas hablábamos del primer mundo, dejando a un lado y mirando con lástima a un tercer mundo, saltándonos el segundo. Nos resultaba muy fácil clasificar a los países en función a una idea: su grado de desarrollo. Un concepto basado principalmente en el grado de producción y consumo que presentaba un país.

¿Acaso es este el verdadero concepto de desarrollo? Pensar en desarrollo y relacionarlo con economía era una idea no muy descabellada hace algunos años pero que hoy en día empieza a tambalearse.

Entonces… ¿los países que hoy en día atraviesan catarsis económicas importantes, que significa que pierden su nivel de desarrollo? La respuesta es no.  Y no porque la lógica no me indique responder con una rotunda afirmación, sino porque el concepto de desarrollo nunca debería haberse basado en un mero factor económico.

Riqueza de un país, no solo monetaria, si no en recursos naturales, materiales e incluso sociales.

Una idea global constituida por, al menos, 3 factores que, hoy en día, marcan lo equivocados que estaban algunos. Si, aquellos hombres que tras grandes catástrofes etiquetaron a los países en función a sus bienes monetarios y su capacidad de consumo.

Parece que el tiempo da la razón  a aquellos otros que pensaban, ya hace algún tiempo, que debíamos tener en cuenta el factor social y natural a la hora de establecer si un país es rico o pobre.

Además deberíamos de ser capaces de mantenerlo, no solo para generaciones presentes, también para los que vendrán en un futuro.

Fijaos, sin darnos cuenta crearíamos un nuevo concepto de desarrollo, no económico ya que volvería a resquebrajarse,  en el que la sostenibilidad fuese la principal protagonista.

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